miércoles, 9 de diciembre de 2015

Hasta siempre, Cristina.


Te digo hasta siempre porque creo que no vas a volver a ser presidente, no deberías. Estuviste 12 años en ese lugar, en el medio te paso de todo; una vida entera dedicada a la política. No dejarás de hacerlo, porque esos sos, es tu vida, tu oficio, lo ejercés con talento e inteligencia. Pero los años no vienen solos y el cuerpo comienza a hacer lo suyo.
Creo que ahora viene el momento de la renovación. La impronta de tu presencia es tan fuerte (para los que te quieren como para los que no te quieren) que tal vez con vos a la cabeza de todo no fue posible construir la estructura suficiente como para afianzar el proyecto como tal y pensar en su continuidad en el Ejecutivo de la Nación y también de la Provincia de Buenos Aires. No tengo dudas que la renovación, tan necesaria, será un hecho. Este país no volverá a ser lo mismo que fue aunque mañana comience a gobernar el verdadero enemigo de los argentinos y de los latinoamericanos, aunque asistamos al revival de lo más chavacano de la mentalidad argentina. Estos 12 años no fueron en vano, ni para el mayor de tus detractores.
Te vas por la puerta grande, aplaudida por un pueblo emocionado. Eso no le pasa a todos los presidentes.
Te voy a extrañar.

  

lunes, 16 de noviembre de 2015

14N y sólo el amor salvará al mundo

“Racismo de Estado: un racismo que una sociedad
va a ejercer sobre sí misma, sobre sus propios
elementos, sobre sus propios productos; un racismo interno,
 el de la purificación permanente, que será una de las dimensiones
 fundamentales de la normalización social”.
M. Foucault, filósofo francés.

El 14 de noviembre París volvió a ser víctima de un atentado terrorista. El islamismo operó con la espectacularidad de siempre, como salidos de una película de Tarantino: viernes a la noche, cinco atentados en simultáneo en la ciudad más visitada del mundo dejando como saldo más de cien muertos y unas cuantas decenas de heridos. Es curioso vivir este episodio estando a  una hora de avión del lugar, siendo Francia un país contiguo a este, fundamentalmente porque, como nunca antes, me siento ajena al lugar en el cual estoy; aparecen las primeras “diferencias culturales”, aunque más bien son históricas en el sentido más amplio.
Son tantas las sensaciones y pensamientos que es difícil establecer por dónde empezar.  Ante todo por el enorme respeto a los muertos y heridos y, en segundo lugar, exclamando el repudio total a atentados, bombardeos y cualquier tipo de ataque contra la vida de inocentes. En eso supongo que estaremos todos de acuerdo. Ahora la cuestión estará en definir qué entendemos las personas por “acto repudiable” y el valor de la vida humana, según el caso que corresponda.
Europa no tiene la cabeza tan abierta como toda la vida nos contaron. Brota una enorme solidaridad para con Francia, masiva y gregaria, pero escasean análisis y preguntas sobre los móviles de los hechos; mucha consternación por los 128 muertos del viernes, pero no hay menciones sobre los ataques a Siria, la guerra de Argelia, la tradición colonialista francesa (y europea en general), suponiendo que para cada exigencia hay una autocrítica. Se habla mucho de la paz en el mundo. Son vegetarianos y los perros viajan en subte.  Pero pareciera que aquí sólo se lloran las muertes provenientes de un lado del mundo. La sociedad del consumo ecológico apoya abiertamente a una de las partes de una guerra que ya está declarada, desde hace tiempo. El rol de los Estados Unidos en tanto socios fundadores del Estado Islámico es un misterio para estas costas. “Es muy grave lo que pasó”, se dice, como si las víctimas de Siria, Irak, Palestina, Pakistán no fuesen una situación grave; “Unidos por el sentido compartido de la humanidad”: me pregunto cuál será ese sentido y qué humanos son la humanidad.  ¿El sentido de la humanidad son la libertad, la igualdad y la fraternidad, tan de moda por estos días? Libertad, Igualdad y Fraternidad son, desde su base, facultades y reivindicaciones burguesas. La mayoría de nosotros, si fuésemos contemporáneos a la Francia de la guillotina,  no seríamos ni precursores ni destinatarios de estos derechos; no estamos invitados a esta fiesta los que vendemos nuestra fuerza de trabajo en el mercado. La libertad, la igualdad y la fraternidad se inventaron para que la monarquía absoluta de Medioevo ceda el  poder económico a la incipiente burguesía hambrienta de libertad política y comercial. Los iguales y los hermanos son ellos, frente a la mano invisible del Estado Liberal y en el marco de una sana competencia. Tenemos refugiados, a África, a Palestina, a Siria, Medio Oriente, América Latina, Haití, a los hipotecados europeos.  ¿Cabe alguna duda en que no somos ni todos iguales, ni igual todos de libres, ni mucho menos “hermanos”?
  Generalizar nos hace caer en trampas peligrosas. De lo que se trata es de establecer la operatoria de cierta lógica que opera en buena parte del mundo occidental (en América también de hecho), comúnmente llamada “eurocentrista”.  Lógica que, una vez más, funciona gracias a agentes que la mayoría de las veces nada tienen en común con la bandera que defienden. El mundo desde que es mundo está perdido en sus luchas, guerras, competencias, avaricias, maldades, sadismos, dictaduras, torturas, sometimientos, suplicios. Si algo nos enseñó la modernidad, tan parisina por cierto, es que al mundo lo construimos los hombres, somos nosotros quienes le damos sentido. Es por ello que vale cada segundo que nos tomemos para reflexionar, analizar, dar vueltas las situaciones para ser capaces de entender, con la limitada, seleccionada y tergiversada información que contamos, situaciones que de por sí son incomprensibles con categorías dualistas del tipo “causa-efecto”. Detrás de cada acción bélica hay intereses que nos superan a unos niveles que ni siquiera podemos imaginar; si lo que queremos es la paz en el mundo, comencemos por no defender las banderas de naciones en guerra; si lo que queremos es a la humanidad unida, entonces lloremos todas las muertes e injusticias humanas, no sólo las que suceden en las capitales occidentales. Se trata de ser un poco más coherente entre lo que uno piensa, dice y hace.
Muchas veces se lee por ahí que “sólo el amor puede salvar al mundo”.  En este momento no parecen haber muchas posibilidades ante esta violencia organizada. Sólo nos quedan los pequeños gestos, los gratos momentos con seres queridos, a veces con desconocidos, que nos salvan de la miseria y que nos recuerdan que son el sentido para poder continuar. Ojalá algún día entendamos, de verdad, que todas las personas funcionamos más o menos de la misma forma y que la mayoría de nosotros tenemos al menos un ser querido en el mundo por el cual continuar. El día que podamos ver al de al lado como esa persona, que tal vez no sea querida por nosotros pero probablemente sí lo sea para alguien, quizás ahí pensemos dos veces antes de legitimar las aberraciones que, queriendo o no, hacemos posible, hechos ideados, planeados, y ejecutados por hombres y mujeres como nosotros. Esto ya lo dijo Kant, ya lo dijo el cristianismo en sus mandamientos. Pero no podemos dejar de pensar en que esto es posible porque, si no, estaríamos muertos de verdad.  

viernes, 25 de septiembre de 2015

Algunas definiciones a apropósito de la Alta Definición

Para Carola: Bienvenida al mundo.

Lo visto y lo oído no son poca cosa para los seres humanos. Los oídos son el único agujero del cuerpo que no podemos cerrar: semejante premisa abre un, por lo menos, interesante abanico de conclusiones al respecto; por el lado de la vista, ésta ya vale por sí misma desde un principio si se considera la importancia de la imagen a la hora de estructurar el psiquismo. La posibilidad de coordinar un cuerpo, especialmente durante el primer año de vida del cachorro humano se logra, en gran parte, gracias a la apoyatura de quien mira –el pequeño niño- en la imagen que le devuelven los otros, espejos. Esta imagen que devuelve “el espejo” (espejo simbólico y por qué no espejo real también) no solo dota al pequeño de la idea de un “sí-mismo” sino que genera una ilusión de completud en un cuerpo descoordinado, fragmentado: cuerpo que todavía no logra ponerse de pie, ni caminar; que no controla los esfínteres, que aun no habla, que demanda gritando, sacudiéndose.    
Una pauta publicitaria del Instituto Nacional de Cine en Argentina (INCAA) decía que un lugar sin cine era como una casa sin espejos. Sin destacarse por lo brillante la pauta intenta dar cuenta de cómo, tanto para un caso como para el otro, el común denominador en juego está en el hecho que la imagen –ya sea la del espejo, ya sea la del cine- vale por la impronta de ilusión que aporta a la existencia humana, ilusión indispensable para llevar adelante la vida. Sin imagen no hay totalidad –si bien ficticia y siempre imperfecta- pero ilusión necesaria para continuar. 
El lugar de la imagen en la expresión artística de los seres humanos data desde que el hombre fue capaz de representar o imitar mediante un elemento tercero cierto gesto, actitud o sentimiento. Desde aquí y en adelante, se delinearon a partir de estas expresiones prácticas cada vez más sofisticada: pintura, esculturas, artesanías; con ello la arquitectura, la matemática; la estética. Con la modernidad llegaron la imprenta y la fotografía. Más tarde el cine. Entrado el siglo XX, las vicisitudes del capitalismo, las nuevas formas de producción, la nueva relación instalada a partir del Estado entre el obrero y el consumo consolidan la instalación de cierto artefacto en la vida doméstica de las personas: la televisión. Las conclusiones al respecto son nuevamente innumerables. En los últimos años, desarrollos tecnológicos en relación a este artefacto, que es el rey del hogar indiscutido desde hace décadas, ha trascendido ya su rol primero de transmitir señales televisivas para comenzar a portar otras funciones, como por ejemplo reproducción de videos (primero VHS, luego DVD, Blue Ray), hacer las veces de pantalla de computadora, etc.  
  La mutación de la caja boba a la pantalla plana que aplana trajo de la mano, ya en el umbral del siglo XXI, a la tecnología High Definition, Alta Definición. Sus usuarios destacan -entre otras cosas- la calidad de los detalles que el HD posibilita con respecto a las facciones y movimientos de los ídolos deportivos o musicales; como contraparte, también sobresalen con mayor detalle desperfectos técnicos de muchas películas o, sin inmiscuirnos demasiado en el mundo de los defectos, sí se patentizan crudamente los rebuscados maquillajes y máscaras que se utilizan habitualmente para el cine fantástico o de ciencia ficción cosa que antes, sin Alta Definición, permitía al detalle pasar desapercibido y la ilusión de realidad de esos personajes inverosímiles no era ni siquiera puesta en cuestión. En fin,  nadie ni nada son perfectos. Y mucho menos la imagen que, insistiendo, es ficción desde el vamos.
En este mismo sentido, vale mencionar los enormes desarrollos en materia de sonido. Desde que el cine dejó de ser mudo, pasando por la imágenes blanco y negro (en fotografía, cine y TV) hasta nuestros días, podría decirse que la carrera audiovisual es una constante superación dialéctica entre los dos elementos en juego, que desde hace un tiempo conforman una rama del arte con nombre propio y que ya es imposible pensarlos por separados. “Lo audiovisual” es una entidad unívoca y es impensable un desarrollo tecnológico de la imagen sin el suplemento en materia de sonido, y viceversa. No son la una sin la otra.    
Esta forma de apreciar desde la pantalla trasciende el sueño hogareño de percibir y sentir como si estuviésemos in situ del evento en cuestión. La ilusión de solos de guitarra exactos, sonrisas perfectas entre compañeros de equipo o conexiones artista-público idílicas es algo que hoy se usa, gracias al recurso de la pantalla HD, como apoyatura emotiva, perceptiva,  al espectáculo que en vivo y en directo está sucediendo.
Más que nunca, la distancia que la imagen virtual genera con respecto a la defectuosa e incompleta imagen real se hace patente. Ese señor que se ve chiquitito a metros y metros de distancia, vía pantalla gigante, se presenta como un  superhéroe sobre el escenario. Innecesarios se vuelven los esfuerzos por “tratar  de ver” en shows que cada vez convocan a más y más espectadores en la medida que la imagen gigantesca nos reproduce lo que está sucediendo allí al estilo de un musical de Hollywood. Hace ya rato que la tecnología le sirve a la industria cultural. En este caso, al modo de una inversión en tecnología que, gracias a la capacidad de contener la sed de estar y sentir de un mayor número de sujetos dentro de un predio determinado, se presenta como un negocio cada día más redituable a productores y comerciantes en general del show business. Es esta misma la lógica que, en primer y última instancia, hace posible esta trasmutación de las formas de estar y sentir que vuelve a hombres y mujeres espectadores de un show que no deja de ser visto “por TV”. No obstante, sería injusto reducir el uso de esta tecnología en los espectáculos a la mera usura capitalista. Muchos artistas utilizan estos medios como valor agregado en sus shows, algo que podríamos definir como “la tecnología al servicio del arte”. Es el caso, por ejemplo y sólo por citar uno, de Roger Waters quien en la versión new age de “The Wall” ha montado una puesta en escena donde músicos, sonido, escenografía e imágenes reales y virtuales se complementan las unas a las otras dando por resultado un espectáculo al que el mote de concierto le queda chico. Se trata de una experiencia en vivo que llena los sentidos por todos lados y donde las pantallas no funcionan esta vez como corralitos para la muchedumbre sino que cumplen una función estética definida y definitiva a la hora de valorar al show en su totalidad.
Al show le sumamos la presencia de una pantalla más (al menos una más), que es la del móvil del espectador. Espectador que filmará la pantalla gigante HD, ya que cualquier intento de “hacer zoom” resulta insuficiente ante semejantes distancias, para grabar ese momento como recuerdo que luego mostrará a sus allegados, cosa que rara vez sucede (por no decir nunca). La insistencia  de este sujeto en captar con la pantalla, más pequeñita en tamaño y calidad, de su móvil se torna inútil si se tiene en cuenta que la grabación High Definition del espectáculo en cuestión tardará sólo unas semanas en circular por todos los canales de videos que internet proporciona. Es así que muchos artistas invitan en sus shows en vivo a dejar el teléfono y las cámaras a un lado y disfrutar de lo que está ocurriendo en ese momento, que es único e inaprehensible mediante ningún dispositivo.
La imagen, más que nunca, nos muestra su cara más imperfecta e ilusoria. La tecnología al servicio de la exelencia técnica incrementa brechas entre una realidad analógica, de carne y hueso, a priori imperfecta y una realidad virtual cada día más hegemónica en la subjetividad contemporánea que intenta hacer de esta imagen, tomando las riendas de la ilusión que ella misma nos proporciona, algo más completo, más definido pero más ficticio también. Acudimos a una nueva forma de vivir los espectáculos, desde hace un tiempo a esta parte (y probablemente de esta parte a unos cuantos años más), mediatizados por enormes y pequeñas pantallas que intentan inmiscuirse en el detalle desterrando -por momentos y también muchas veces- el espíritu social de los encuentros culturales entre las personas.

El futuro llegó hace rato y la técnica y la tecnología se hallan a nuestra disposición. Este asunto está ahora y para siempre en nuestras manos. 

viernes, 3 de octubre de 2014

It´s only rock and roll, pero no es razón suficiente: crónica de una muerte anunciada.

El agosto último fueron liberados los integrantes de la banda de rock Callejeros en el marco de una libertad provisoria, con no sé cuántas salvedades, esas cosas de la justicia que sólo los abogados son capaces de tolerar, manipulaciones temporales, “derecho procesal” le llaman, que no hacen más que ver boyar de puerta en puerta a quienes persiguen, del modo que haga falta, coquetear con la libertad.
Los vericuetos legales así funcionan. Más vale remitirse a la problemática de Josef K para más detalles, donde un sesudo Kafka ilustrará como pocos lo absurdo de la lógica del poder judicial, ubicando al lector en estados absurdos,  graciosos de a ratos, angustiantes. Analizar y tomar en serio dispositivos de esta calaña, que no hacen más que perpetuar los tiempos de acuerdo a la conveniencia de turno, no hará más que aumentar la desidia ante un imposible lógico, tan parte de lo humano y “más viejo que la injusticia”.
Omitiendo las cuestiones estructurales, este caso tal vez por estar tan lleno de paradojas, de negligencias, de muertes jóvenes no deja de interpelarnos a quienes fuimos y somos parte del mundo recitalero, rocanrolero. En este mismo sentido, de acuerdo al desarrollo de los hechos mismo,  la postura adoptada por los integrantes del grupo Callejeros y de una fracción de los seguidores de la banda no deja de llamar la atención: cada decisión, cada declaración y postura tomada por el grupo suscito indefectiblemente una incitación a  reflexionar en torno a lo que como sociedad entendemos por  responsabilidad, cuál es su alcance con respecto al grupo. Interrogantes tales como por qué volver a tocar luego de la tragedia, por qué sí o por qué no, por qué inocentes o por qué culpables –sólo por enumerar algunos de los hitos éticos que le compelieron a Callejeros- no fueron más que inevitables transcurrido cierto tiempo luego de Cromañón.
Preceptos tales como "obra sólo de forma que puedas desear que la máxima de tu acción se convierta en ley universal" son marcas de fuego para las morales modernas occidentales. Tal imperativo, una orden que valga tanto para uno como para los otros implica por lo menos identificarse con éstos no sólo para garantizar el buen obrar sino para extender el alcance de estas máximas  hasta aquellas situaciones en que estas reglas del buen obrar intenten ser franqueadas y, consecuentemente, para legitimar los castigos subsiguientes cuando la transgresión haya sido efectivamente un hecho. Fuimos espabilados hace ya tiempo, y casi como jugando a los ejercicios lógicos, que si estas máximas fueron necesarias ser explicitadas –llámese máxima, llámese mandamiento- es porque es-ya evidente en los sujeto la existencia de lo que Freud llamó masoquismo, pulsión de muerte, malestares en la cultura, todos ellos nombres de la tendencia humana a la desintegración, de regresar hacia lo inorgánico tanto del sí-mismo como del todo social.
No es poco ser anfitrión de un evento donde mueren casi dos centenares de tus invitados, entre ellos miembros de tu propia familia. En este sentido cabe preguntarse qué sucede en el fuero interno de cada uno de los músicos de Callejeros cuando, en tanto miembros de una sociedad occidental en pleno siglo XXI, “el hacer de su máxima una ley universal” se impone en la conciencia inevitablemente, marcada a fuego, como imperativo y orden básica del obrar en sociedad. El hecho de autoproclamarse inocente y víctima de la tragedia acontecida en un concierto convocado por el propio grupo, invita a someter al análisis ciertos eventos que no resultan menores si lo leemos en clave a lo sucedido el 30 de diciembre de 2004. En esta suerte de “Arqueología de Cromañón” tal vez se logre problematizar, en el mejor de los casos conmover, algo de una posición (a la cual aun no es posible nombrarla) que huele a teen spirit en palabras de Kurt Cobain, de proclamar una inocencia a ultranza e intentar perpetuar un lugar de víctima que de a ratos se torna insostenible, incomprensible.

Crónica de una muerte anunciada
El 30 de diciembre de 2004 se incendia República de Cromañón, un lugar donde tocaban bandas de rock, nuevo en la escena under, sitio que había abierto sus puertas ese mismo año. Digamos que Cromañón, Callejeros y la tragedia son el síntoma de una época, tantas veces hemos escuchado decir “le podía haber pasado a cualquiera”, “todos los lugares eran un desastre”. Si bien estas afirmaciones son ciertas, digamos que ante la suma de 194 víctimas fatales dentro de las cuales alrededor del 90% son personas menores de 30 años, conformarse con tan laxo análisis y ese puñado de frases hechas nos convierten, al menos, en mediocres e injustos para con los muertos. 
El 28 de diciembre del año anterior Callejeros tocó en un Cemento desbordado por la multitud que acompañó a la banda a cerrar el 2003, año de consagración en la escena under, a la vez que se le daba la bienvenida a un año que ya se sabía prometedor. El verano de 2004 los verá brillar en el escenario del Próspero Molina en el marco del Cosquín Rock. Volviendo un poco a Cemente: esta meca del rock llevó a  Omar Chaván al éxito dentro del mundo empresarial del rock under y la contracultura. Cemento representó durante casi dos décadas la plaza por la que toda banda de rock que se jactara de tal debía pisar. Digamos que esta popularidad trajo aparejada, como todo aquello que funciona y rinde en este mundo, un incremento significativo del capital de su dueño. Como la mayoría de los empresarios Omar Chaván, en detrimento de invertir al menos parte de ese dinero para hacer de Cemento un lugar habitable, se preocupó más bien por ampliar su patrimonio inmobiliario y expandir el imperio del rock hacia lo que prometía ser la nueva meca, en el barrio de Once.
El 15 de abril de 2004 República de Cromañón se inaugura y es Callejeros el grupo encargado de dar en puntapié inicial. Para estas fechas “Una nueva noche fría” ya sonaba en cuanto radio sintonicémonos. El viernes 28 y el sábado 29 de mayo, Callejeros repite fecha en Cromañón, y hace  por primera vez un doblete;  el 30 y 31 de Julio de ese mismo año se presentan en el Estadio de Obras Sanitarias, grabando su primer disco en vivo; el 5 de diciembre tocan en la Plaza de los Dos Congresos para una multitud en el marco de los “2KM por el SIDA”; el 18 de diciembre tocan por primera vez en un estadio de fútbol, escenario consagratorio para cualquier grupo de rock argentino. El público rondará los 40000 espectadores.
Cerca del 20 de diciembre, se anuncia  en una suerte de off de record, un cierre de año, de etapa, en República Cromañón. Representaba quizá soltarle la mano a quién, hasta entonces, tendrían que agradecerle si no todo, sí mucho de lo alcanzado hasta allí. Las fechas son en total tres y en cada una se tocaría, completo, el disco correspondiente: primer fecha, 28 de diciembre, Sed; segunda fecha, 29 de diciembre, Presión; tercera fecha, 30 de diciembre, Rocanroles sin destino, último disco de Callejeros. Prometían ser tres noches de verano únicas, ideales para despedir el año entre amigos y acompañar a una banda que por entonces despertaba pasiones de las buenas con la energía que caracteriza a esa semana entre navidad y año nuevo.
Tanto el 28 como el 29 de diciembre fueron noches extrañas. Con el diario del lunes supimos que los preludios de ambos conciertos fueron idénticos al de la noche del 30: anuncios de Omar Chavan anticipando que “vamos a terminar como el shopping de Paraguay” (en referencia al incendio sucedido en el supermercado Ycuá Bolaños el 1 de agosto de 2004 en la ciudad de Asunción del Paraguay), exaltación desmesurada del público, advertencias sobre el uso de la pirotecnia, sobrepoblación en un lugar colapsado por donde se lo viese.

La tragedia, paredón y después
El 30 de diciembre sucedió lo que tras recapitular la sucesión de los acontecimientos al menos en su vertiente más superficial podríamos calificar de inevitable: incendio de una media sombra que liberó como producto de la combustión de los componentes el monóxido de carbono que terminó con la vida de 194 personas -muchos de éstos fallecidos en el acto, muchos durante los días y meses subsiguientes a la tragedia, otros se quitaron la vida y hasta hubo muertos de tristeza-, que dejó unos cuantos centenares de heridos y otros miles de sujetos que, presentes o no esa noche, conservan, quizá intacta, en la memoria lo acontecido aquella noche en Once.
Más allá de las culpas que ya la justicia se encargó de esclarecer – estemos de acuerdo o no con la investigación y/o la sentencia- son eufemísticamente interesantes las posturas tomadas por los imputados en la tragedia. Por un lado tenemos un Chaván místico, unos políticos que aun dan las gracias por los tres generosos años de prisión a los que fueron condenados; la mano derecha de Omar Chaván también cumple la pena en prisión. Por otro lado, están los integrantes del grupo -músicos, escenógrafo y manager- con penas que varían entre los 3 y los 18 años. Entre ellos figura el baterista Eduardo Vázquez condenado a prisión perpetua por el asesinato de su mujer Wanda Taddei, a quien prendió fuego y murió tras unos días de agonía en un hospital porteño.
En agosto de 2014 quedaron excarcelados todos menos Vázquez, naturalmente, y el manáger de la banda Diego Argañaraz a quien se le ratifica la pena en tanto autor intelectual de la tragedia, en la medida en que oficiaba como “cara legal” del grupo. ¡Tantas veces se habrá reflexionado a propósito de la responsabilidad judicial que le toca al manáger! probablemente haya sido del grupo de amigos el único que no sabía tocar ningún instrumento. Esta inocencia original no le exime de lo que vino luego, ya que Callejeros traspasó los límites de “la banda de barrio”, y de eso también hay que hacerse cargo. Y digamos que, así como Argañaraz no tiene la posibilidad de elegir  ver si este traje le cabe o no ya que la justicia ya habló, el resto del grupo queda en evidencia ante algunas de las posturas tomadas.
Si bien la vuelta a la escena pública fue de la mano de Callejeros en un Chateau Carreras explotado y repleto de una necesidad de reparación, el regreso de Fontanet se consolidó mediante un nuevo proyecto musical, “Casi Justicia Social”, tan cargado de significantes, tan vacíos de sentido. Algo en torno a la Justicia quiere decirse pero no queda claro qué, más bien quedamos sumergidos en una laguna semántica. Quizá ni sus fundadores saben bien qué quisieron decir con esto: ¿la justicia para el pueblo es injusta?  ¿la justicia es “casi” peronista? ¿algo en torno a la justicia no se estaría realizando? por arriesgar algo en un juego de asociación libre. 
La situación es compleja, no todos los días se es víctima y victimario de un acontecimiento tan trágico como lo que pasó Cromañón. Los integrantes de Callejeros han perdido a muchos familiares y amigos esa noche y tal vez sea  esta la razón por la cual se ha desechado en todo momento toda invitación a la reflexión.
En su texto sobre La negación Freud desarrolla la importancia fundamental que tiene el juicio en la medida que será el mecanismo mediante el cual se atribuirá o no consistencia real aun suceso:”la función del juicio tiene, en lo esencial, dos decisiones que optar. Debe atribuir o desatribuir una propiedad a una cosa, y debe admitir o impugnar la existencia de una representación en la realidad” (Freud, 254). Digamos que esta función se realizará en dos tiempos: para poder darle consistencia real a una representación ésta debió haber sido dotada de atributos en un tiempo anterior sino, directamente, no existe.
En todo este tiempo las preguntas de quienes consideran que las decisiones y acciones de los anfitriones de esa noche están en juego en lo acontecido giran en torno a algo que podría condensarse en la siguiente sentencia: no se sabe si el autoproclamarse inocente a ultranza responde a que algo de la inscripción de la responsabilidad nunca ha tenido lugar en las subjetividades de los músicos de la banda y del grupo en general o si, a pesar de esta inscripción, en el segundo tiempo del juicio es más beneficioso mirar para otro lado. En caso de ser la primera, Freud ha llamado a este fenómeno desestima, el no-lugar de un juicio, su no-inscripción en el aparato psíquico. Este es el mecanismo fundamental de la psicosis. En caso que sea la segunda, tendríamos otra defensa en juego, la escotomización, la cual se caracteriza por un recorte de la realidad, borrando de la percepción todo lo que no se reduzca a ese recorte. Vale agregar un “inciso b” a este segundo caso, ya que la defensa en juego podría no ser la escotomización sino la desmentida, defensa caracterizada por el desecho de un juicio pero que, en el espacio vacío que este desecho deje vacante, emergerá un sustituto. Este último es el mecanismo típico del fetichismo y de la perversión en sentido amplio.   

Lo cierto es que ante un saldo de 194 víctimas fatales mirar para otro lado es por lo menos obceno; pensar que nada de sí-mismo en tanto grupo convocante tiene que ver en lo sucedido es negador; refugiarse en las muertes cercanas como argumento para evitar todo tipo de instrospección es cobarde. Obcenidad, negación y cobardía resultan en suma una falta de respeto para los sobrevivientes, para los amigos y familiares de los muertos, para las nuevas generaciones que escuchan a la banda y enaltecen el mito. La justicia ya habló y nada cambiará los resultados, los nombres de los culpables o de los inocentes. Esto se trata de otra cosa. Tiene que ver con una ética y una actitud del sujeto humano en relación con la humanidad toda. Si acordamos vivir bajo un imperativo que promulgue que la acción debe valer tanto para uno como para los otros, Cromañon merece una reflexión por parte de las conciencias que hicieron posible esta tragedia. Ante 194 muertes la hipocresía no puede ser un resultado posible. Diez años después puede ser un buen momento para dejar de expulsar culpas y responsabilidades y ver qué hemos hecho con nuestras decisiones y sus alcances.    

domingo, 6 de enero de 2013

El niño prodigio del cine


El fin de la década del ochenta ha sido uno de los varios puntos de inflexión que podemos adjudicarle al siglo pasado. Pareciera  que la caída de la cortina de hierro nos haya obligado no sólo a replantearnos políticamente nuestra vida, sino también las identidades asumidas hasta entonces, en concreto a lo que la cuestión del género respecta. Es como si, con la caída del mundo bipolar, aquella barrera divisoria entre lo femenino y lo masculino, lo hétero y lo homo, haya sido puesto en boga por primera vez y para siempre en la historia de los hombres. Ojo: no porque esto no haya generado problemas entre nuestros antepasados. Pero nunca hasta entonces la opinión pública, la producción científica y el mundo artístico en general puso la mirada en aquellas vidas que, hasta entonces y según palabras de Judith Butler, “no merecen ser vividas”.

Simultáneamente a estos acontecimientos, en 1989 nacía Xavier Dolan, brillante y prometedor director, productor, guionista, actor e infinidad de etcéteras canadiense. Esta vez, el lúcido muchacho nos cuenta una historia de amor en el transcurso de diez años – de 1989 a 1999. Laurence Anyways es, ante y sobre todo, una historia de amor: retratará la relación que parte de un hombre y una mujer heterosexuales hasta terminar en la relación de un/a trans y una madre de familia, pasando en el medio por todas las variantes y coyunturas dramáticas posibles e imaginables. La misión se puede dar por cumplida en la medida en que nunca se abandona el estatuto de historia de amor -y no sólo que no se abandona, sino que se logra.

Es un denominador común en las películas de Dolan la cuestión del amor, de los géneros, así como también las presencia de madres, al menos, sugerentes. Ya en sus dos anteriores filmes -“I killed my mother” y “Les amoures imaginaires”- nos cuenta historias de amor atravesadas por las dificultades de convivir con la adolescente homosexualidad y con una madre que pareciera ser un monstruo y que deberá ser matada, simbólicamente, para que la existencia sea más liviana, en el primer caso, así como la historia de un triángulo amoroso sumergido en la confusión que el amor y un triángulo implican, donde pareciera que los géneros o identidades sexuales no importasen demasiado a la hora de abordar y seducir a otro, en el segundo. Me atrevo a afirmar que Dolan, en cada una de sus películas, hace un humanismo del elogio al amor.

Laurence Anyways de por sí es un título sugerente: de todas maneras, Laurence. Es emocionante ver a los largos de los 160 minutos de película cómo este adolescente tardío logra dar cuenta de la subjetividad de una época, de su estética, sus prejuicios y los avatares sociales que, en los años 80 y 90, han atravesado estas identidades abyectas quienes, luego de múltiples luchas, se han hecho y se hacen aun hoy un lugar en el mundo y en el imaginario social. Los toques “Dolan” se ven en cada personaje, en su ropa, maquillaje, estética, música, escenografía, fotografía y cualquier detalle que el entendido en cine quiera tener en cuenta. Este muchacho es una marca registrada y, sin dudas, un referente estético en el cine que está y que vendrá: andróginos al estilo  Ziggy Sturdust que habitan un submundo rescatan a nuestro protagonista de los maltratos e injurias sociales y lo ayudan a sobrevivir en este mundo que cambia, mujeres al estilo “chicas Almodóvar” con narices prominentes y ojos inmensos, moda vintage por doquier, entre otras cosas.

 El elogio no será solamente al amor, sino también al hedonismo y a los placeres; las encrucijadas son muchas, al igual que las sorpresas. Las decisiones que tomarán los protagonistas no parten de contextos sencillos no obstante, como el sentido común lo creería, no son los ropajes o las elecciones sexuales lo que comande el escrutinio de cada quien: ni una novia relegada, ni una viril madre parecen demasiado afectadas por esto. Resulta ser que en, última instancia, las elecciones de los seres humanos no responden a la moral.

Retomo alguna declaración de Alain Badiou: “El encuentro entre dos diferencias es un acontecimiento, algo contingente, sorprendente. Las “sorpresas del amor”. A partir de este acontecimiento, el amor puede iniciarse e introducirse. Esta sorpresa pone en marcha un proceso que es fundamentalmente una experiencia del mundo”. Es que en un mundo cosmopolita, donde las fronteras se levantan, donde las dualidades se agotan no es extraño que la experiencia de amar sea puesta en boga. El acento está puesto en el encuentro, en lo sorprendente, en la experiencia a la cual la vida nos invita. El nuevo cine nos propone y sugiere eso, a historizar esa lucha por hacerse un lugar en el mundo, a retratarla de la forma más bella que haya sido posible y permitirle a esas vidas que hasta entonces no merecían ser vividas ser llevadas a la pantalla y ser introducidas en el arte con una fineza y buen gusto difíciles de superar.
   

viernes, 31 de agosto de 2012

El largo y sinuoso camino a la soberanía

Fragmento de "La parte maldita" de Georges Bataille en el que manifiesta su desacuerdo con la lógica racionalista que pretende optimizar la utilización de recursos en pos del avance y progreso de las sociedades modernas:

"Partiré de un hecho elemental: el organismo vivo, dentro de la situación que determinan los juegos de la energía en la superficie del globo, recibe en principio más energía que la necesaria para el mantenimiento de la vida: la energía (la riqueza excedente) puede ser utilizada para el crecimiento de un sistema (por ejemplo de un organismo). Si el sistema no puede crecer más, o si el excedente no puede ser absorbido en su crecimiento, es necesaria la pérdida sin beneficio, el gasto, voluntario o no, glorioso, o al menos, de manera catastrófica".


The Lumberjack


miércoles, 29 de agosto de 2012

-preambulo para dar cuerda a un reloj-

Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.

Julio Cortázar