miércoles, 9 de diciembre de 2015
Hasta siempre, Cristina.
Te digo hasta siempre porque creo que no vas a volver a ser presidente, no deberías. Estuviste 12 años en ese lugar, en el medio te paso de todo; una vida entera dedicada a la política. No dejarás de hacerlo, porque esos sos, es tu vida, tu oficio, lo ejercés con talento e inteligencia. Pero los años no vienen solos y el cuerpo comienza a hacer lo suyo.
Creo que ahora viene el momento de la renovación. La impronta de tu presencia es tan fuerte (para los que te quieren como para los que no te quieren) que tal vez con vos a la cabeza de todo no fue posible construir la estructura suficiente como para afianzar el proyecto como tal y pensar en su continuidad en el Ejecutivo de la Nación y también de la Provincia de Buenos Aires. No tengo dudas que la renovación, tan necesaria, será un hecho. Este país no volverá a ser lo mismo que fue aunque mañana comience a gobernar el verdadero enemigo de los argentinos y de los latinoamericanos, aunque asistamos al revival de lo más chavacano de la mentalidad argentina. Estos 12 años no fueron en vano, ni para el mayor de tus detractores.
Te vas por la puerta grande, aplaudida por un pueblo emocionado. Eso no le pasa a todos los presidentes.
Te voy a extrañar.
lunes, 16 de noviembre de 2015
14N y sólo el amor salvará al mundo
“Racismo de Estado: un racismo que una sociedad
va a ejercer sobre sí misma, sobre sus propios
elementos, sobre sus propios productos; un racismo
interno,
el de la
purificación permanente, que será una de las dimensiones
fundamentales de
la normalización social”.
M. Foucault, filósofo francés.
El 14 de noviembre París volvió a ser víctima de un atentado
terrorista. El islamismo operó con la espectacularidad de siempre, como salidos
de una película de Tarantino: viernes a la noche, cinco atentados en simultáneo
en la ciudad más visitada del mundo dejando como saldo más de cien muertos y
unas cuantas decenas de heridos. Es curioso vivir este episodio estando a una hora de avión del lugar, siendo Francia
un país contiguo a este, fundamentalmente porque, como nunca antes, me siento
ajena al lugar en el cual estoy; aparecen las primeras “diferencias
culturales”, aunque más bien son históricas en el sentido más amplio.
Son tantas las sensaciones y pensamientos que es difícil
establecer por dónde empezar. Ante todo
por el enorme respeto a los muertos y heridos y, en segundo lugar, exclamando
el repudio total a atentados, bombardeos y cualquier tipo de ataque contra la
vida de inocentes. En eso supongo que estaremos todos de acuerdo. Ahora la
cuestión estará en definir qué entendemos las personas por “acto repudiable” y
el valor de la vida humana, según el caso que corresponda.
Europa no tiene la cabeza tan abierta como toda la vida nos
contaron. Brota una enorme solidaridad para con Francia, masiva y gregaria, pero
escasean análisis y preguntas sobre los móviles de los hechos; mucha consternación por los 128 muertos del viernes, pero no hay menciones sobre
los ataques a Siria, la guerra de Argelia, la tradición colonialista francesa
(y europea en general), suponiendo que para cada exigencia
hay una autocrítica. Se habla mucho de la paz en el mundo. Son vegetarianos y
los perros viajan en subte. Pero pareciera
que aquí sólo se lloran las muertes provenientes de un lado del mundo. La sociedad del consumo ecológico apoya abiertamente a
una de las partes de una guerra que ya está declarada, desde hace tiempo. El
rol de los Estados Unidos en tanto socios fundadores del Estado Islámico es un
misterio para estas costas. “Es muy grave lo que pasó”, se dice, como
si las víctimas de Siria, Irak, Palestina, Pakistán no fuesen una situación
grave; “Unidos por el sentido compartido de la humanidad”: me pregunto cuál
será ese sentido y qué humanos son la humanidad. ¿El sentido de la humanidad son la libertad,
la igualdad y la fraternidad, tan de moda por estos días? Libertad, Igualdad y
Fraternidad son, desde su base, facultades y reivindicaciones burguesas. La
mayoría de nosotros, si fuésemos contemporáneos a la Francia de la guillotina, no seríamos ni precursores ni destinatarios de estos derechos; no estamos
invitados a esta fiesta los que vendemos nuestra fuerza de trabajo en el
mercado. La libertad, la igualdad y la fraternidad se inventaron para que la
monarquía absoluta de Medioevo ceda el poder económico a la incipiente burguesía
hambrienta de libertad política y comercial. Los iguales y los hermanos son
ellos, frente a la mano invisible del Estado Liberal y en el marco de una sana
competencia. Tenemos refugiados, a África, a Palestina, a Siria, Medio Oriente, América Latina, Haití, a los hipotecados europeos. ¿Cabe alguna
duda en que no somos ni todos iguales, ni igual todos de libres, ni mucho menos
“hermanos”?
Generalizar nos hace caer en trampas peligrosas. De lo que se trata es de establecer la operatoria de cierta lógica que opera en buena parte del mundo
occidental (en América también de hecho), comúnmente llamada
“eurocentrista”. Lógica que, una vez
más, funciona gracias a agentes que la mayoría de las veces nada tienen en
común con la bandera que defienden. El mundo desde que es mundo está perdido en
sus luchas, guerras, competencias, avaricias, maldades, sadismos, dictaduras,
torturas, sometimientos, suplicios. Si algo nos enseñó la modernidad, tan
parisina por cierto, es que al mundo lo construimos los hombres, somos nosotros
quienes le damos sentido. Es por ello que vale cada segundo que nos tomemos
para reflexionar, analizar, dar vueltas las situaciones para ser capaces de
entender, con la limitada, seleccionada y tergiversada información que
contamos, situaciones que de por sí son incomprensibles con categorías
dualistas del tipo “causa-efecto”. Detrás de cada acción bélica hay intereses
que nos superan a unos niveles que ni siquiera podemos imaginar; si lo que
queremos es la paz en el mundo, comencemos por no defender las banderas de
naciones en guerra; si lo que queremos es a la humanidad unida, entonces
lloremos todas las muertes e injusticias humanas, no sólo las que suceden en
las capitales occidentales. Se trata de ser un poco más coherente entre lo que
uno piensa, dice y hace.
Muchas veces se lee por ahí que “sólo el amor puede salvar
al mundo”. En este momento no parecen
haber muchas posibilidades ante esta violencia organizada. Sólo nos quedan los
pequeños gestos, los gratos momentos con seres queridos, a veces con
desconocidos, que nos salvan de la miseria y que nos recuerdan que son el
sentido para poder continuar. Ojalá algún día entendamos, de verdad, que todas
las personas funcionamos más o menos de la misma forma y que la mayoría de
nosotros tenemos al menos un ser querido en el mundo por el cual continuar. El
día que podamos ver al de al lado como esa persona, que tal vez no sea querida
por nosotros pero probablemente sí lo sea para alguien, quizás ahí pensemos dos
veces antes de legitimar las aberraciones que, queriendo o no, hacemos posible,
hechos ideados, planeados, y ejecutados por hombres y mujeres como nosotros.
Esto ya lo dijo Kant, ya lo dijo el cristianismo en sus mandamientos. Pero no
podemos dejar de pensar en que esto es posible porque, si no, estaríamos
muertos de verdad.
viernes, 25 de septiembre de 2015
Algunas definiciones a apropósito de la Alta Definición
Para Carola: Bienvenida al mundo.
Lo
visto y lo oído no son poca cosa para los seres humanos. Los oídos son el único
agujero del cuerpo que no podemos cerrar: semejante premisa abre un, por lo
menos, interesante abanico de conclusiones al respecto; por el lado de la
vista, ésta ya vale por sí misma desde un principio si se considera la
importancia de la imagen a la hora de estructurar el psiquismo. La posibilidad
de coordinar un cuerpo, especialmente durante el primer año de vida del cachorro
humano se logra, en gran parte, gracias a la apoyatura de quien mira –el
pequeño niño- en la imagen que le devuelven los otros, espejos. Esta imagen que
devuelve “el espejo” (espejo simbólico y por qué no espejo real también) no
solo dota al pequeño de la idea de un “sí-mismo” sino que genera una ilusión de
completud en un cuerpo descoordinado, fragmentado: cuerpo que todavía no logra
ponerse de pie, ni caminar; que no controla los esfínteres, que aun no habla,
que demanda gritando, sacudiéndose.
Una
pauta publicitaria del Instituto Nacional de Cine en Argentina (INCAA) decía
que un lugar sin cine era como una casa sin espejos. Sin destacarse por lo
brillante la pauta intenta dar cuenta de cómo, tanto para un caso como para el
otro, el común denominador en juego está en el hecho que la imagen –ya sea la del
espejo, ya sea la del cine- vale por la impronta de ilusión que aporta a la
existencia humana, ilusión indispensable para llevar adelante la vida. Sin
imagen no hay totalidad –si bien ficticia y siempre imperfecta- pero ilusión
necesaria para continuar.
El
lugar de la imagen en la expresión artística de los seres humanos data desde
que el hombre fue capaz de representar o imitar mediante un elemento tercero
cierto gesto, actitud o sentimiento. Desde aquí y en adelante, se delinearon a
partir de estas expresiones prácticas cada vez más sofisticada: pintura,
esculturas, artesanías; con ello la arquitectura, la matemática; la estética.
Con la modernidad llegaron la imprenta y la fotografía. Más tarde el cine. Entrado
el siglo XX, las vicisitudes del capitalismo, las nuevas formas de producción,
la nueva relación instalada a partir del Estado entre el obrero y el consumo
consolidan la instalación de cierto artefacto en la vida doméstica de las
personas: la televisión. Las conclusiones al respecto son nuevamente
innumerables. En los últimos años, desarrollos tecnológicos en relación a este
artefacto, que es el rey del hogar indiscutido desde hace décadas, ha
trascendido ya su rol primero de transmitir señales televisivas para comenzar a
portar otras funciones, como por ejemplo reproducción de videos (primero VHS,
luego DVD, Blue Ray), hacer las veces de pantalla de computadora, etc.
La
mutación de la caja boba a la pantalla plana que aplana trajo de la mano, ya en
el umbral del siglo XXI, a la tecnología High Definition, Alta Definición. Sus
usuarios destacan -entre otras cosas- la calidad de los detalles que el HD
posibilita con respecto a las facciones y movimientos de los ídolos deportivos
o musicales; como contraparte, también sobresalen con mayor detalle
desperfectos técnicos de muchas películas o, sin inmiscuirnos demasiado en el
mundo de los defectos, sí se patentizan crudamente los rebuscados maquillajes y
máscaras que se utilizan habitualmente para el cine fantástico o de ciencia
ficción cosa que antes, sin Alta Definición, permitía al detalle pasar
desapercibido y la ilusión de realidad de esos personajes inverosímiles no era
ni siquiera puesta en cuestión. En fin,
nadie ni nada son perfectos. Y mucho menos la imagen que, insistiendo,
es ficción desde el vamos.
En
este mismo sentido, vale mencionar los enormes desarrollos en materia de
sonido. Desde que el cine dejó de ser mudo, pasando por la imágenes blanco y
negro (en fotografía, cine y TV) hasta nuestros días, podría decirse que la carrera
audiovisual es una constante superación dialéctica entre los dos elementos en
juego, que desde hace un tiempo conforman una rama del arte con nombre propio y
que ya es imposible pensarlos por separados. “Lo audiovisual” es una entidad
unívoca y es impensable un desarrollo tecnológico de la imagen sin el
suplemento en materia de sonido, y viceversa. No son la una sin la otra.
Esta
forma de apreciar desde la pantalla trasciende el sueño hogareño de percibir y
sentir como si estuviésemos in situ del evento en cuestión. La ilusión de solos
de guitarra exactos, sonrisas perfectas entre compañeros de equipo o conexiones
artista-público idílicas es algo que hoy se usa, gracias al recurso de la
pantalla HD, como apoyatura emotiva, perceptiva, al espectáculo que en vivo y en directo está
sucediendo.
Más
que nunca, la distancia que la imagen virtual genera con respecto a la
defectuosa e incompleta imagen real se hace patente. Ese señor que se ve
chiquitito a metros y metros de distancia, vía pantalla gigante, se presenta
como un superhéroe sobre el escenario.
Innecesarios se vuelven los esfuerzos por “tratar de ver” en shows que cada vez convocan a más
y más espectadores en la medida que la imagen gigantesca nos reproduce lo que
está sucediendo allí al estilo de un musical de Hollywood. Hace ya rato que la
tecnología le sirve a la industria cultural. En este caso, al modo de una inversión
en tecnología que, gracias a la capacidad de contener la sed de estar y sentir
de un mayor número de sujetos dentro de un predio determinado, se presenta como
un negocio cada día más redituable a productores y comerciantes en general del show
business. Es esta misma la lógica que, en primer y última instancia, hace
posible esta trasmutación de las formas de estar y sentir que vuelve a hombres
y mujeres espectadores de un show que no deja de ser visto “por TV”. No
obstante, sería injusto reducir el uso de esta tecnología en los espectáculos a
la mera usura capitalista. Muchos artistas utilizan estos medios como valor
agregado en sus shows, algo que podríamos definir como “la tecnología al
servicio del arte”. Es el caso, por ejemplo y sólo por citar uno, de Roger
Waters quien en la versión new age de “The Wall” ha montado una puesta en
escena donde músicos, sonido, escenografía e imágenes reales y virtuales se
complementan las unas a las otras dando por resultado un espectáculo al que el
mote de concierto le queda chico. Se trata de una experiencia en vivo que llena
los sentidos por todos lados y donde las pantallas no funcionan esta vez como
corralitos para la muchedumbre sino que cumplen una función estética definida y
definitiva a la hora de valorar al show en su totalidad.
Al
show le sumamos la presencia de una pantalla más (al menos una más), que es la
del móvil del espectador. Espectador que filmará la pantalla gigante HD, ya que
cualquier intento de “hacer zoom” resulta insuficiente ante semejantes
distancias, para grabar ese momento como recuerdo que luego mostrará a sus allegados,
cosa que rara vez sucede (por no decir nunca). La insistencia de este sujeto en captar con la pantalla, más
pequeñita en tamaño y calidad, de su móvil se torna inútil si se tiene en
cuenta que la grabación High Definition del espectáculo en cuestión tardará
sólo unas semanas en circular por todos los canales de videos que internet
proporciona. Es así que muchos artistas invitan en sus shows en vivo a dejar el
teléfono y las cámaras a un lado y disfrutar de lo que está ocurriendo en ese
momento, que es único e inaprehensible mediante ningún dispositivo.
La
imagen, más que nunca, nos muestra su cara más imperfecta e ilusoria. La
tecnología al servicio de la exelencia técnica incrementa brechas entre una
realidad analógica, de carne y hueso, a priori imperfecta y una realidad
virtual cada día más hegemónica en la subjetividad contemporánea que intenta
hacer de esta imagen, tomando las riendas de la ilusión que ella misma nos
proporciona, algo más completo, más definido pero más ficticio también.
Acudimos a una nueva forma de vivir los espectáculos, desde hace un tiempo a
esta parte (y probablemente de esta parte a unos cuantos años más),
mediatizados por enormes y pequeñas pantallas que intentan inmiscuirse en el
detalle desterrando -por momentos y también muchas veces- el espíritu social de
los encuentros culturales entre las personas.
El
futuro llegó hace rato y la técnica y la tecnología se hallan a nuestra
disposición. Este asunto está ahora y para siempre en nuestras manos.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)