sábado, 28 de julio de 2012

Canciones Perdidas I


Recuerdo que durante un recital en una de esas típicas pequeñas casas de San Telmo, Pablo Dacal, sin más que su guitarra y una tenue luz de velador que iluminaba sus canciones amablemente desbordadas de imágenes de presentes y futuros inciertos, se disponía a tocar “Tu Río Musical”. Antes de empezar, Pablo consultó cuántos de los presentes (alrededor de 50 personas, aunque el margen de error es muy amplio) tenían el disco de Viajantes, y antes de que varios levantemos la mano porque lo habíamos bajado de internet, aclaró que se refería a quiénes habían obtenido la versión original del disco. Sólo una persona dijo tenerlo y el único motivo por el cual había accedido a él era a través de un regalo que el mismo Pablo Dacal le había hecho después de un show. Luego, continuó tocando un rato más, incluyendo la lectura de poemas de “Guitarras Negras” de Luis Alberto Spinetta -en la triste semana de su partida- para concluir con generosas versiones de Los Gatos y Almendra.
Es el final de esta breve anécdota, pero el comienzo de pensamientos que se instalaron en mi mente, en aquel momento desperdigados, pero que fueron el germen de la idea de pensar a Viajantes y su único disco, colmado de canciones difíciles de conseguir, pero valiosas y merecedoras de algunas palabras elogiosas.


Viajantes nace durante el año 2009, a partir de la conjunción y la afinidad creativa de Pablo Dacal, Alfonso Barbieri, Manuel Onís y Juan Jacinto. Pero ese no es más que el nacimiento formal del grupo y no es el objetivo extenderse en este rumbo. En cambio, a partir de acercarme a sus canciones, considero que no sería del todo impreciso intuir que Viajantes tiene su origen en las inseguridades e incertidumbres de hombres del mundo de hoy, en la necesidad de expresar las emociones y sensaciones frente a un presente que ofrece cada vez más caminos y herramientas que no conducen a otro lado que el abismo y la insatisfacción. El deseo de algún tipo de respuesta se hace evidente desde la primer canción, “No me digas no sé”, cantando “Si no vas a creer mejor no digas nada”, casi expresando la imperiosa necesidad de aferrarse a la ilusión de una fe ciega. Gritos desesperados de libertad resuenan durante otros pasajes del disco, particularmente en esa invitación a rebelarse ante aquellos que nos dominan y no son más que nuestros semejantes, que fue llamada “Discurso de la servidumbre voluntaria” y recupera algunos pasajes del texto antiabsolutista escrito por Étienne de La Boétie en el siglo XVI. “Espíritu libre” se manifiesta en el mismo sendero libertario, con un margen para el optimismo, en tanto “si vas creyendo en lo imposible, de a poco empieza a suceder”. Una melodía taciturna y envuelta en tristes acordes de guitarra acompaña las bellas palabras de “Tu río musical”, reflejando cierta desolación y miedo por el momento en que la música se deja de escuchar. La expresión de la nada que rodea una vida rutinaria y apática, que observa cómo pasa el tiempo y “a pesar de todo tampoco es tan malo” se presenta en “Temprano” y casi en sintonía, “Hablarte a vos” presenta una crítica sarcástica a la falta de comunicaciones humanas verdaderas en los tiempos de la posmodernidad y la era de la virtualidad.
Llegando al final del disco, nos encontramos con “La hora de los magos”, en la que Viajantes después de haber transitado un recorrido de diez canciones que muestran altas cuotas de pesadumbre, aunque con fuertes intentos de resistir frente a ella, deciden regalar un imaginario mundo perfecto. Para la creación de este universo de ensueño se suman numerosos artistas (incluso algunos sumamente conocidos), pero no resulta tan importante mencionarlos, cuando son tan atravesados por la letra y el clima de la canción. En este mundo ideal no existen los disturbios raciales, nadie más trabaja nunca salvo que sea un juego y se termina la guerra fría para empezar la de los besos, entre otras metáforas y deseos que constituyen este onírico viajante, que inevitablemente invita a cerrar los ojos, imaginar y vislumbrar una película que nunca pudimos ver.  
De esta manera finaliza el desplazamiento por los caminos del presente que ofrece Viajantes en cada una de sus canciones. No es posible afirmar que sea un disco conceptual, pero si es viable interpretar que, más allá de temas diferentes, existen algunas ideas que atraviesan la obra, lo cual es más notorio aún, al escuchar discos posteriores de Pablo Dacal y Alfonso Barbieri, particularmente. Lógicamente estos pensamientos están lejos (o no) de reflejar las intenciones de los autores al escribir las canciones. Sin embargo, creo que la mayor justicia que se le puede hacer al disco de Viajantes es justamente dejar de lado las explicaciones, para dar lugar privilegiado a las más puras sensaciones.


The Lumberjack


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