“No tengas miedo”
cuenta la historia de la vida de una joven española abusada sexualmente
por su padre desde los 7 años. Silvia es la hija única de una
familia burguesa integrada por la niña, una madre tan hermosa como narcisista y un padre odontólogo y perverso. Me disculpo desde ya ante la
comunidad odontólogica pero no puedo evitar evocar, en el random
mental, a diversos odontólogos psicópatas y a todas las fantasías
que giran en torno a este oficio por parte de quienes somos sus
pacientes ¿será que la odontología sea una profesión que
facilite, al menos, la elaboración de algo del masoquismo primordial
que nos constituye a los seres humanos?
Tenemos, en
principio, la perfección de una familia de clase media profesional
donde la belleza, la dulzura, el talento y el dinero son las cuatro
patas de una estructura sospechosamente normal. Tenemos una madre
hermosa, amorosa con su hija igualmente hermosa y un padre cariñoso
y atento de su más preciado tesoro. Resulta que estas atenciones,
que en principio entran dentro del orden de lo lúdico y lo tierno,
se tornan el viaje de ida a una pesadilla eterna: será el comienzo
de una vida marcada por el estrago y el ultrajamiento.
Los efectos de lo
traumático serán tramitados (o no) al modo que suelen hacerlo los
niños (y que el Profesor Freud tan bien ha introducido en su “más
allá del principio del placer”). Pero, como pasa en la mejores
familias, las alertas rojas que se encienden en la casa de Silvia son
negadas, rechazadas y desestimadas por quien se supone que está en
este mundo -entre otras cosas- para ser intérprete de estos signos.
La niña no tardará
en devenir adolescente. Sintéticamente, y sin intención de hacer
teoría psicoanálitica barata, tenemos que el mecanismo de la
represión -la vedette de la neurosis- se establece en tres tiempos:
el primero, represión primordial fundante del psiquismo; segundo
tiempo, -represión propiamente dicha- consistirá en reprimir las
mociones incestuosas de la primera infancia; tercer tiempo, retorno
de lo reprimido acompañado de la formación de síntomas. Este
tercer tiempo corresponde cronológicamente a la reedición del
complejo de edipo propio de la adolescencia y al segundo despertar de
la sexualidad. En este tercer tiempo, todo aquello que ha sucedido y
que con tanta fuerza se ha aferrado en el inconsciente, retorna
interpelando al sujeto. Si bien la interpelación es dolorosamente
inevitable para todos, para Silvia (y para cualquier persona que haya
padecido tormentos similares) esta coyuntura la interroga en lo más
íntimo de su ser.
La incipiente
exogamia a la que la adolescencia invita comienza a enfrentarla ante
el goce desmedido de aquel Gran Otro del cual ella resulta ser un
objeto. Es que si bien todo proceso de subjetivación implica
necesariamente el pasaje por el lugar de objeto y la consecuente
pregunta ¿qué soy yo para el deseo del Otro?, las coordenadas y las
posibilidades de separación no son las mismas cuando una
subjetividad se ha fundado sobre el principio de ser un objeto
ultrajable, violentable, un objeto “de mierda” para ese Otro. Y
lo es aun más cuando ese Otro es de quien se han recibido las únicas
atenciones y muestras de amor: la lectura e interpretación de La Ley
que desde este mismo lugar se ofrecen resultan por demás confusas y,
digamoslo, perversas. Vale agregar que cuando una subjetividad se
configura a partir de estos preceptos, ser un objeto de mierda,
llevar adelante la existencia puede ser insoportable a punto tal que
Silvia, en cierto momento, se toma un taxi para arrojarse desde allí
al asfalto segundos más tarde. Es que cuando la angustia no se
soporta desde el lado del lenguaje (es decir, se torna más
insoportable de los común), del lado del fantasma como respuesta a
esta angustia, no queda más que la identificación con ese objeto
“resto” que queda del lado del sujeto: es este “arrojarse fuera
de la escena” la típica estructura que el psicoanálisis le da al
estatuo de pasaje al acto. Dice Lacan al respecto: “Ese dejar
caer es el correlato esencial del pasaje al acto. Aun es necesario
precisar desde qué lado es visto este dejar caer. Es visto,
precisamente, del lado del sujeto. Si ustedes quieren referirse a la
fórmula del fantasma, el pasaje al acto está del lado del sujeto en
tanto que éste aparece borrado al máximo por la barra. El momento
del pasaje al acto es el de mayor embarazo del sujeto, con el añadido
comportamental de la emoción como desorden del movimiento. Es
entonces cuando, desde allí se encuentra – a saber, desde el lugar
de la escena en la que, como sujeto fundamentalmente historizado,
puede únicamente mantenerse en estatuto de sujeto- se precipita y
bascula fuera de la escena” (Lacan, 1963).
Ameritaría otro
escrito al respecto, pero bastará decir lo que sorprende cómo, a
pesar de la anterior consideración sobre el estatuto del pasaje al
acto en la vida de los neuróticos, Silvia es llevada a un
neuropsiquiátrico y es tratada por un psicóloga con aires de
hipnotizadora que, en el mes que dura la internación, no resulta
capaz (ni interesada) de interrogar algo de la angustia de su
paciente. Es lamentable cómo la psicología en pos de los
tratamientos eficaces a corto plazo y apuntando al menor costo
posible para pacientes, profesionales e instituciones ignora y
forcluye la falta, la escansión, la hiancia, la insistencia, lo que puja e insiste. En una palabra: al Sujeto.
Durante su
internación recibe la visita del padre, a quien se niega a ver.
Recibe la visita de su madre, una bella mujer que no fue capaz -en su
momento y en la actualidad- de alojar, ni siquiera creer, nada de lo
que le sucede y dice su hija.
El tiempo pasa y
Silvia adquiere ciertos hábitos que dan cuenta de un circuito que
impide, valga la redundancia, la circulación de aquello incapaz de
tramitarse vía lo simbólico, algo del orden de lo traumático que
excede las posibilidad de reelaboración del sujeto, un significante
desamarrado de un monto de afecto (de aquel afecto “que no engaña”)
que no cesa de irrumpir ilimitadamente. Es en este contexto que
conoce a un muchacho con quien entabla una relación amistosa para
luego avanzar sobre algo más. Pero este “algo más” no es
sencillo para quien el encuentro con lo sexual y el lugar de ser
causa de deseo para un hombre está por demás complicado. Por suerte
cuenta con una amiga de toda la vida, quizá la única capaz de
soportar y contener algo de lo desbordante de esta muchacha. También
la música cumple algo de esta función -los neuróticos
no sólo contamos con destinos fallidos para nuestras rebeldes
pulsiones.
Con mucho costo algo
del orden de la exogamia pareciera suceder. La terapia de grupo, la
posibilidad de que algo de lo real comience a tramitarse vía lo
simbólico, los verdaderos afectos, son las aristas que acompañan a
esta mujer a tomar una posición con respecto a su existir y a su
miedo. La película es dramática e interroga a lo largo de sus 90
minutos porque, ¿cómo pedirle a alguien que no tenga miedo cuando,
la persona que se supone que más te ama, es la persona que te
arruina la vida?
-Summer Finn -Víctima, Charly García
-Summer Finn -Víctima, Charly García
Me encanta esa forma tan personal de involucrarse en las películas, que genera que el que lee lo que escribís tenga ganas de ver la película en el momento para luego discutir con tus palabras...
ResponderEliminar(imaginate quien puede ser que te esté firmando)